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DESCIFRANDO EL CÓDIGO ENIGMA

DESCIFRANDO EL CÓDIGO ENIGMA: Archivos

Septiembre 13 de 2018:

Después del apresurado encuentro del mes pasado, con total discreción, dediqué semanas enteras para lograr completar la base de datos sobre mi chico enigma. Querido diario, ¿qué te puedo decir?, este tipo es una caja de sorpresas. Me genera tanta intriga; tiene agendas rigurosas que respeta al pie de la letra:


  • Lunes: sale de su casa entre las 6:28 y 6:37 a.m. ¿cómo diablos hace una persona para lucir absolutamente despampanante un lunes a esa hora?, porque este tipo tiene la fórmula, y al parecer, no la comparte con nadie. Dado a que solo asiste a la universidad para una clase de inglés de 8:30 a 10:00, este día en especial suele tener un look muy informal, prefiere usar shorts a la altura de la rodilla con sacos holgados. Es evidente su atracción hacia los tonos azules. Después de la clase, se dirige sin desviación alguna hasta la parada de autobuses. Sereno, sin prisas, hace pasar su tarjeta y toma asiento… toda una travesía diaria, en la que incluyen prolongadas siestas hasta llegar al norte de la ciudad de Cali.


  • Martes: procura estar en los sótanos de la universidad a las 6:30 de la mañana; sabe que después de esa hora el tráfico se torna triste y lento. Su primera clase del día toma lugar en el último edificio de la U. De nuevo con sacos anchos pero esta vez con jeans ceñidos, sube hasta el tercer piso, en el que reposa hasta las 8:30 a.m. Luego va de clase en clase hasta las 3:30 de la tarde. Sin olvidar sus rápidos almuerzos en el segundo piso de la cafetería central.


Y así el resto de días… quizá el más tedioso de todos es el viernes, porque aguarda en los sótanos hasta las 7 u 8 de la noche. Días atrás, mientras ambos esperábamos la ruta de transporte, él entabló una prolongada conversación con el que parecía ser su amigo o compañero de clase, a este chico le confesó que se encontraba realizando un ejercicio de Radio, lo que me permitió inferir que está cursando su cuarto semestre, y definitivamente de Comunicación Social, porque es el único pensum de la universidad que tiene el Taller de Radio como materia obligatoria a matricular. ¡Vaya sorpresa!, estudiamos lo mismo, pensé.


Entre otros temas de la charla, explicó que los viernes se dedica a realizar todos los trabajos para la semana entrante, y que así hace siempre. Supongo que respeta los fines de semana y por eso no desea realizar tareas; quizá se dedica a recorrer las discotecas, cines, restaurantes, bares, o en el peor de los casos, los lujuriosos moteles de la ciudad.


En búsqueda de mi tranquilidad y estabilidad mental decidí pasar una noche fuera de su casa, me vi en la obligación de acechar su hogar desde el interior de un carro. El sábado 8, desde las 7 de la noche estuve custodiando su estadía. Pasaron las horas sin algún movimiento sospechoso, la única razón por la que salió de su hogar, a las 9, fue para comprar una deliciosa hamburguesa con papas fritas y una Coca-Cola Zero. Lo seguí hasta el local, por supuesto tratando de mantener una distancia prudente. Ahí una señora afrodescendiente de unos 45 años le dijo “Hola Matías, ¿cómo estás?” y él respondió “muy bien Claudia, gracias”. En ese momento solo quise gritar de la emoción, su nombre es absolutamente fantástico, poético. Conjugué varias veces nuestros nombres: Matías y Cristal; Cristal y Matías. En efecto, juntos suenan perfectos.


Después de ingerir una considerable cantidad de carbohidratos, él se dirigió a su casa y encendió la lámpara del cuarto, en lo alto del segundo piso. Lo único que lograba ver desde el auto fueron sus grandes y pálidas manos pegando diversas fotografías en algo parecido a un collage, como los de un detective en pleno caso por resolver.


La duda me vencía, ni los binoculares me brindaban la suficiente información, así que a las 11 salí del carro. La calle en penumbra me dio la posibilidad de camuflarme. El problema radicaba en que, para observar todo, necesitaba estar casi a la altura de su cuarto, es decir, era necesario subirme en un árbol o algo parecido. Gracias a aquellas vacaciones en Antioquia, donde escalaba las montañas de San Jerónimo en compañía de mis numerosos primos, fue fácil subir el árbol más cercano. Sin embargo, para mi mala suerte, al subir el árbol sin querer activé la alarma del carro, lo que al parecer lo alertó: de inmediato se asomó por la ventana, luego la cerró y bajó la persiana. No logré ver nada contundente. Esa paranoia de Matías le dio más fuerza a la idea de que realmente él escondía algo.


¿Por qué corrió la otra vez?, ¿por qué cerró su ventana?, ¿qué sucede con este tipo de apariencia altamente social, pero que un sábado en la noche se queda en su casa haciendo collages?, no hay manera de decir que es un trabajo de la U porque yo también estudio Comunicación, y sé que las composiciones pictográficas no son específicamente el fuerte de nuestra carrera. Si por algún ilógica razón el collage fuese una tarea, lo más pertinente sería realizarla manera digital; o en físico, pero no como una cartelera del tamaño de la pared. ¿Por qué alguien se deshace de las responsabilidades semanales, pero el día sábado no sale a divertirse?, ¿por qué alguien se asusta si escucha la alarma de un auto? Esa visita me dejó con muchísimos interrogantes.


A pesar de lo malo, debo alardear de mis capacidades investigativas y en lo rápido que logré descubrir aspectos esenciales del tipo, como su carrera, el semestre en que va, su casa, su nombre, su agenda, algunos de sus amigos, algunas de sus clases, entre otras cosas.


Mi visita ilegal terminó a eso de las 6 de la mañana, el auto estorbaba en la carretera, por lo que llamaba demasiado la atención de transeúntes, y eso era justo lo que debía evitar. La jaqueca quería acabar conmigo, pero a pesar del dolor mi cabeza seguía dando mil vueltas, generando más y más interrogantes. Es inevitable recordar el collage sin sentir incertidumbre. ¿Por qué diablos debe actuar como un policía?, ¡ubícate ridículo que solo sos un periodista! gritaba furiosa mi caleña interior

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