LA PERFECCIÓN

Querido diario, hoy en la universidad conocí la perfección hecha persona. Es exactamente el indicado, posee todos mis gustos, desde la cabeza hasta los pies. En mi caso, los años y las distintas experiencias me han ayudado a construir ese prototipo. Con cada hombre que ha pasado por mi estropeada vida fui seleccionando los aspectos que más me atraían de cada uno de esos imbéciles: desde características físicas, actitudinales, e incluso, psicológicas; hasta que logré concluir mi hombre ideal.

En pleno siglo XXI, muchas personas me podrían tildar de patética porque aun anhelo a mi príncipe azul, y no los juzgo porque sé que es inmaduro que una mujer de 20 años espere este tipo de asuntos absurdamente inexistentes. Sin embargo, y por más que quisiera, no tengo el valor de declararme abiertamente una obsesionada y pervertida por los hombres, así como él: perfecto. Aproximadamente de 1,80 metros, de radiante cabello castaño claro, sus ojos son dos destellos color miel, unos 22 años, de piel uniforme y tan blanca como la nieve recién caída en Canadá. Su rostro tiene forma de diamante, sus labios son arte, y lo mejor de todo son sus pestañas kilométricas. Lo más intrigante es que no sé quién es, al parecer tengo bastante por investigar.

Ahora, volviendo a mí, en caso de retirar la máscara y exponer mi verdadera identidad ¿qué pensarían mis padres de mí, su niña menor?, ¿mis amigos se sentirían en peligro estando a mi lado?, probablemente mis padres me encerrarían en el manicomio lo más rápido posible, y en cuanto a mis amigos… bueno, la verdad es que no me importan lo suficiente, y aunque su amistad es irrelevante, no quiero ser el ente asocial del grupo.

Por todo lo anterior, es que solo tú mi querido diario, solo tú conoces de mis trastornos y deseos más perversos. Solo a ti te puedo confiar mis planes: quiero seguir a este tipo, voy a planear y a forzar encuentros para que parezcan neta casualidad. Con mi característico bajo perfil y mis buenas estrategias lograré acercarme lo más rápido posible.