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DULCE NAVIDAD

DULCE NAVIDAD: Archivos

Diciembre 24 de 2018:

Los padres de Matías trabajaban en el exterior, por tal razón, él solo los veía cada mes. Aun así, no queríamos dar el importante paso de presentarnos a nuestras familias, primero queríamos disfrutar de lo nuestro sin que nadie lo supiera, por lo que nuestra primera navidad la pasamos alejados de la ciudad y del ruido. Pasamos el 24 y el 25 de diciembre en una finca, ubicada en el corregimiento de Rozo.


Poca ropa, mucha comida y el licor suficiente para dos personas. Solo éramos Matías y yo. El mundo se podía caer a pedazos, pero si esos ojos me miraban no importaba nada más. Durante el día bailábamos como dos adolescentes ebrios, reíamos como si nunca hubiéramos tenido problemas en nuestras vidas, charlamos como dos ancianos. Al caer la noche del 24, ya con bastantes tragos encima, comíamos pancakes con mucha miel, hasta que tal fluido dulce y viscoso cayó sobre mis pechos descubiertos por el bikini. No le vi perversión alguna, iba a intentar limpiarme hasta que Matías lanzó su plato al suelo y salvajemente se abalanzó sobre mí, lamiendo con desesperación el derrame de miel y todo lo que se encontró a su paso…


Sigo convencida de que los hombres nacieron para el sexo; nadie me había decepcionado y Matías no fue la excepción, él es el dios del placer. Perdí la cuenta de mis orgasmos, y por tal razón perdí un poco la orientación. Aunque casi no recuerdo muchos detalles de la situación, hay algo que sí recuerdo con precisión: cuando ambos alcanzamos el clímax al mismo tiempo. Él se dejó ir susurrando mi nombre, lo que provocó una cantidad de emociones y de inmediato yo me dejé ir.


En un breve silencio, y aun jadeando, Matías acabó la noche con tres palabras majestuosas:


  • Te amo, Cristal.


En ese instante fue difícil articular palabras, pero en el fondo, yo sabía que también amaba a Matías, y él tenía el derecho de saberlo. Así que mientras le daba un tierno beso en su frente, le susurré:


  • Yo también te amo, Mati.


Despertar el 25 viendo a Matías profundamente dormido fue una de las mejores sensaciones que he experimentado en mi vida. Poder tocar su barba, sus cejas y delinear con mis dedos sus lindos labios. Todo el día se basó en besos, sexo, piscina y comida. Parecía irreal, quería congelar el tiempo justo ahí: solo él y yo, disfrutando de la plena  juventud y el deseo.

DULCE NAVIDAD: Bienvenido
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